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RED

Un espacio para la soberanía alimentaria. Un trabajo de denuncia.

El proyecto puede ser un instrumento para transformar, una práctica reflexiva, una plataforma para pensar e imaginar futuro. Queremos tomar postura, hacernos cargo de su dimensión política y posicionarnos frente a la realidad, reivindicando la importancia del sentido del proyecto sobre la acción consciente.

UNA PROBLEMÁTICA GLOBAL “Coman la comida que refleje qué quieran ser, lo que exprese sus ideales y modos de sentir y pensar, y ofrézcanle eso a sus hijos” “Mala leche”, Soledad Barruti.

Frente al inminente colapso ecológico mundial existen una cantidad de temas que nos convocan y movilizan: el cambio climático, el fuego, las epidemias, el aumento de temperatura, la explotación, el saqueo de los recursos naturales en determinadas regiones del mundo, etc. Estamos ante una crisis estructural social que sucede alrededor de dos paradigmas: la matriz energética y la matriz productiva (hábitos de consumo).

Es la normalización del cotidiano la que nos lleva a aceptar o ignorar este colapso. Absorbemos todo sin cuestionamiento en un tiempo de excesiva positividad. Si hay un único lugar donde se juega la normalización de los dispositivos de control es en cómo comemos.

UN MOTIVO: LA SOBERANÍA ALIMENTARIA
Toda la historia de la humanidad ha estado atravesada por la comida. Nos reunimos alrededor de los alimentos. Cuando comemos no sólo cubrimos una necesidad vital y nutricional, sino que alimentamos vínculos, construimos comunidad, y disfrutamos del placer que es comer. En definitiva comer es una acción colectiva, nos implica a todos y nos vincula.

Actualmente nos encontramos en el momento de la historia en que la cantidad de producción de alimentos es récord, nunca se produjeron tantos alimentos como ahora, y sin embargo, la pobreza y el hambre no disminuyen, mientras que los que tenemos acceso a los alimentos no sabemos QUÉ comemos. Nunca las personas habían sabido tan poco acerca de lo que se llevan a la boca. Hoy quienes dan de comer son marcas, empresas, semilleras, frigoríficos y supermercados. Son quienes toman las decisiones sobre qué se planta, cuándo y dónde, y qué termina en la góndola del supermercado (nuestro lugar de confianza) y en nuestras manos. Estamos llenos de sabores, colores y productos pero en realidad todo es lo mismo.

EL CAMPO COMO ALMACÉN DE LA CIUDAD
La insistencia en el crecimiento de la población de las ciudades parece asumir que el desplazamiento de los habitantes del campo a los centros urbanos es un fenómeno natural avalado por la oferta de oportunidades, conocimiento y calidad de vida. Parece que nadie se cuestiona cómo hacer de la vida alejada de la ciudad una experiencia vital, cómplice entre la cultura rural y la urbana.

Creemos que lo rural admite una lectura más amplia e imaginativa que busque una mayor autonomía e independencia de la ciudad. Un futuro imaginario implica involucrarnos en resistencias que entiendan la urgencia de la situación: cómo todo nos lleva puestos y nos reduce a una mínima expresión del buen vivir, de los lazos sociales, de la historia colectiva humana donde desarrollamos una cultura alimentaria mucho mejor a la que existe. Hay una necesidad de volver a la producción a escala humana, volver a regenerar los vínculos sociales colectivos. Reubicar y revalorizar el campo. Se trata de no dejar de hacernos preguntas, de reconectarnos. Desafiar el mundo vacío de vida y lleno de cosas.

Hay una necesidad de volver a la producción a escala humana, volver a regenerar los vínculos sociales colectivos. Reubicar y revalorizar el campo. Se trata de no dejar de hacernos preguntas, de reconectarnos. Desafiar el mundo vacío de vida y lleno de cosas.

Es una invitación a pensar cual es la revolución posible hoy. Pensar que la alimentación no puede ser solo una mercancía que se maneje por las leyes del rédito. La naturaleza no es una fábrica de cosas en un escenario donde el paradigma de producción está cambiando. Tenemos que regenerar la diversidad, probar cosas nuevas: volver a adquirir nuestra comida a través de personas, cambiar el supermercado por el mercado, plantar. Cocinar! Sentarnos juntos en la mesa y hacer de la comida un acto colectivo.

JUNTAS POR MÁS es una cooperativa de mujeres rurales que busca transitar hacia la agroecología dejando de lado la matriz convencional de producción. El colectivo, ubicado en San José, nace a partir de cuestionarse qué hacer con los excedentes de las cosechas propias de su autocultivo. Se unen para emprender. Cada una tiene una huerta agroecológica, una plantación propia en su vivienda y en conjunto conforman canastas y productos de conservación. Dictan talleres para ayudar a los vecinos a realizar sus huertas, enseñarles a plantar, qué plantar, en qué época, compartiendo conocimientos adquiridos. En el correr de los años han recibido distintas ayudas y financiamientos a través de lo cuales han podido comprar equipamiento: freezers, cocinas, e incluso llegar a tener su propia cocina comunitaria. Esta sala, de aproximadamente 25m2, está construida de isopanel donde se encuentra principalmente el área de cocina y almacenamiento. Actualmente se ubica en un predio de la Comisión de Fomento de Barrio Pascual. Esta comisión es la que le cede el predio para la ubicación de la sala-cocina. En este mismo predio existía el interés, a partir de la Comisión de poder generar un salón de usos múltiples, o un salón comunal para el barrio.

En base a esta situación de partida entendemos que existe la posibilidad de evidenciar “otra” manera productiva, una alternativa. Atender a las necesidades concretas de una situación específica, atacando asuntos o “diciendo algo” sobre temas que son de índole global. Desarrollar un proyecto para un conjunto de personas instaladas en un determinado lugar y a la vez evidenciar una sensibilidad por temas inminentes.

“Yo vivo en el campo con mi marido, me crie en una época machista, pero siempre fui audaz, desde que me casé trabajé por fuera, siempre tuve mi plata. Volvimos a lo natural haciendo talleres y conociendo a otros grupos de mujeres rurales”, dijo Mariela. En una de las reuniones se encontraron con otra cooperativa de mujeres en Florida y vieron cómo deshidrataban los excedentes. “Yo les copié todo”, recordó entre risas, y agregó que extraña ese tipo de instancias de intercambio. Ahora también tienen secadoras solares para tratar los morrones, ajos y hasta algunas frutas. De a pasitos han logrado avanzar. En 2016, recibieron ayuda del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD), implementado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y compraron su primer tractor. Han buscado aprender sobre cómo producir de una forma cuidadosa con el medioambiente. Las integrantes cuentan que las instancias con el PPD y el MGAP fueron fundamentales. “Ahora en mi casa tengo todo orgánico, los obligué, porque el PDD nos hizo entender que estábamos contaminando y nosotros queríamos que nuestros hijos supieran lo divina que es la tierra, porque después se van a estudiar”, aseguró Mariela.

“Juntas Por Más: la cooperativa de mujeres rurales que busca transitar hacia la agroecología“ Artículo “La Diaria” Escribe Camila Méndez

LA COCINA COMO ESPACIO DE TRANSFORMACIÓN DEL ALIMENTO
Durante toda la historia de la humanidad desde el descubrimiento del fuego, la cocina se ha ido transformando, pasando de ser el centro del refugio del ser humano a ser un espacio especializado, dentro de la vivienda contemporánea. Es un espacio con un gran significado social. Su evolución se puede asociar a las transformaciones de la familia tipo en la sociedad y en el tiempo. Su diseño, a lo largo de la historia, la evidencia como el espacio por excelencia de la mujer que asume el rol de ama de casa. Normalmente no solemos pensar de forma reflexiva sobre la cocina, forma parte de nuestra cotidianeidad, de nuestros hábitos y rutina. Suele aparecer en nuestra mente como un espacio que cumple un fin determinado. Sin embargo, las actividades que en ella suceden van más allá de cocinar y comer. Es un espacio que genera hábitos, ideas, y construye identidad asociada a un tiempo.

Queremos pensar la cocina como un lugar donde transcurre la vida cotidiana, donde no solo se cocina, sino donde se desarrolla un lugar de encuentro y relación con el otro, un espacio social. La cocina es intercambio y vínculo con toda la cultura de la agricultura, de los conocimientos transmitidos, de los valores enseñados.

EL PROGRAMA
El programa “cocina comunitaria” es una posibilidad de activación a pequeña escala de un barrio, es poner sobre la mesa una “otra” manera de producir a escala humana. Poner en valor la comida como expresión cultural universal. Contribuir al colectivo y definir nuevas relaciones con el espacio público a través del desarrollo y crecimiento de nuevas comunidades de trabajo. Es un ensayo de resistencia que se propone intervenir para revertir las lógicas dominantes a partir de una operación independiente pero que apuesta a la sumatoria de acciones posibles como motor de cambio. Que el proyecto mismo sea la colaboración, intensificación y promulgación del cambio de paradigma de la actividad productiva.

Nos planteamos construir una demanda pertinente que reconozca las necesidades y a la vez enfrentarnos a una oportunidad para ser críticas y propositivas de forma simultánea. El programa tiene dos objetivos principales, por un lado potenciar el desarrollo de las actividades que ya suceden (en condiciones más precarias) y por otro dar soporte a actividades sociales y culturales que hoy no tienen lugar, así como potenciar el involucramiento y la participación ciudadana. El proyecto articula un programa productivo con otros formativos, sociales y culturales generando un espacio de referencia para la comunidad local. Nuevas asociaciones programáticas, nuevas condiciones de uso. Pensar el espacio compartido como generador, como escenario de la vida diaria y no como lugar residual. Nuevos lugares para la cotidianeidad compartida, los acontecimientos y los encuentros. Encontrar lugares con los que la ciudad no contaba.

EPÍLOGO
¿Por qué una red? Porque es una forma de resistencia al poder.

“Pero la desintegración social es tanto una afección como un resultado de la nueva técnica del poder, que emplea como principales instrumentos el descompromiso y el arte de la huida. Para que el poder fluya, el mundo debe estar libre de trabas, barreras, fronteras fortificadas y controles. Cualquier trama densa de nexos sociales, y particularmente una red estrecha con base territorial, implica un obstáculo que debe ser eliminado. Los poderes globales están abocados al desmantelamiento de esas redes, en nombre de una mayor y constante fluidez, que es la fuente principal de su fuerza y la garantía de su invencibilidad. Y el derrumbe, la fragilidad, la vulnerabilidad, la transitoriedad y la precariedad de los vínculos y redes humanas permiten que estos poderes puedan actuar.”

Modernidad Líquida, Zygmunt Bauman.